Tu ciclocomputador puede hacerte peor ciclista
En el mundo de la información en el que vivimos, la avalancha de datos hace tiempo que también llegó al rendimiento del ciclista quien a menudo trata de buscar en los números la explicación a su rendimiento y en analizar hasta el último dato tratando de mejorar al máximo. Sin embargo, el exceso de información a menudo produce un efecto contrario.
Cómo afectan al ciclista los números que ve en su ciclocomputador
El ciclismo ha evolucionado en los últimos 15 años de forma descomunal en lo que se refiere a entrenamiento deportivo. Antes de los años 90 la preparación del ciclista algo prácticamente artesanal que esencialmente se reducía a “monta en bici lo máximo posible y lo más rápido posible”. Todo se hacía así y era el propio corredor en muchas ocasiones quien variaba las intensidades basándose en su experiencia y sensaciones sobre la bici.
Ni hablar de otros aspectos como la nutrición, donde lo esencial era estar lo más fino posible u otros parámetros del rendimiento deportivo.
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En los años 90 y 2000 vivimos una auténtica etapa negra. Se empezaban a aplicar metodologías de entrenamiento provenientes de deportes con más tradición científica en la preparación como el atletismo pero también se heredaban prácticas que cerca estuvieron de hundir este circo con el uso generalizado de la famosa EPO y otros métodos de dopaje que explotaron con situaciones como el caso Festina en el Tour de 1998 o la tristemente famosa Operación puerto.
Por suerte la UCI puso coto en gran medida a estas prácticas con acciones como la implantación del pasaporte biológico y, entonces, a los ciclistas no les quedó otra que empezar a usar todo lo que la ciencia podía aportarles para lograr la mejor preparación: Nutrición, biomecánica, psicología deportiva, fisiología y herramientas como los medidores de potenciaa y ciclocomputadores cada vez más avanzados hacían posible conseguir rendimientos inimaginables unos años antes sin recurrir al dopaje.
La última evolución ha sido la incorporacion de las tecnologías de la información al entrenamiento deportivo con herramientas como el conocido Training Peaks que permiten un control absoluto de los parámetros y evolución de la forma del ciclista. Una avalancha de información que ha de ser interpretada correctamente a la hora de sacar conclusiones sobre el rendimiento del ciclista y cómo adaptar el entrenamiento para ir por el camino deseado.
La cabeza esa gran enemiga
Sin embargo, contar con tantos datos ha generado auténticas obsesiones con los números que, más allá de la información que proporcionan pueden condicionar la actuación del ciclista sobre la bici. Recordada es una frase de Samuel Sánchez cuando comentaba que si salía a montar en bici y se le acababa la pila del medidor de potencia se volvía a casa.
De hecho, para muchos, el ciclismo control que vivimos hasta la irrupción en los últimos años de gente con el desparpajo de Pogacar o Van der Poel se achacaba en muchos casos al excesivo afán de los ciclistas en mantener los números de su medidor donde sabían que no iban a fallar. Ejemplo límite de este uso era un ciclista como Chris Froome que se ceñía a rajatabla al dictado de la maquinita.
Un aspecto que ha restado frescura y valentía a muchos profesionales que piensan, “Cómo voy a atacar si ya voy al máximo ritmo que puedo mantener en un puerto como el que estamos subiendo” y que propiciaba tácticas por parte de equipos como Sky consistentes en bloquear la carrera llevándola a un ritmo tan rápido que nadie se atreviera a romperlo por miedo a que ese sobreesfuerzo les pasara factura.
También encontramos el caso de ciclistas a los que los números les minan la confianza, viendo que pese a dar las cifras adecuadas de potencia no consiguen permanecer en los grupos donde deberían estar pero olvidan que el ciclismo no son matemáticas y que no siempre gana el mejor sino quién utiliza sus fuerzas de la forma óptima. La lectura de las situaciones de carrera más allá de los números.
Es por ello que los equipos valoran mucho a ciclistas que cuentan con el desparpajo suficiente para ir más allá de las cifras como el ejemplo de Bauke Mollema que citaba uno de los responsables de rendimiento de Trek-Segafredo, el español Josu Larrazabal que mencionaba que el neerlandés competía sin ciclocomputador. Lo llevaba el en bolsillo para recoger los datos que luego sirvieran a los entrenadores para valorar el rendimiento, pero en él en carrera se deja guiar por su instinto y sensaciones.
El peso ha sido otra de las grandes obsesiones históricas del ciclista, medir cada caloría para llegar a la carrera señalada a un nivel de delgadez extrema sin plantearse si era lo más adecuado para el rendimiento. Hoy en día este es un aspecto que se produce menos en el mundo profesional donde se controlan todos los parámetros fisiológicos del ciclista para asegurar que está en el peso óptimo, ni por debajo ni por encima. Sin embargo, los aficionados siguen manteniendo los mantras tradicionales sin plantearse que, tan importante como estar delgado es llegar a los días claves con el depósito lleno de energías.
Como vemos, la información y los datos al final son como toda herramienta. Se puede utilizar bien o mal. Podemos comenzar a subir un puerto a más vatios de los que podemos soportar y decir, me corto porque voy a reventar seguro o apretar los dientes y aguantar la rueda con la idea de que los otros tampoco pueden mantener ese ritmo y que no tardarán en bajar el ritmo.
Es decir, los datos son útiles y necesarios para planificar los entrenamientos de la forma más precisa posible, pero cuando toca sufrir de verdad no nos podemos fiar únicamente de ellos sino que también hay que dejarse llevar por la experiencia y el instinto que nos diga cuándo atacar, cuando aguantar o, por qué no, cuando es el momento de cortarse. Cualidades tan importantes como los números que pueda estar mostrando en el ciclocomputador que, cierto es, debemos ser conscientes de que si hacemos locuras como mantenernos 1 hora a ritmo de FTP al comienzo de una marcha, en la parte final, tras 4 o 5 horas sobre la bici, vamos a reventar sí o sí.