Los 8 puertos más emblemáticos del Tour de Francia

Carretera 29/06/22 07:30 Sergio P.

A lo largo de sus 108 ediciones el Tour de Francia ha recorrido multitud de puertos que ya son parte del imaginario colectivo, aquí te traemos los más icónicos.

Las subidas más míticas del Tour de Francia

Si algo ha hecho famoso al Tour de Francia han sido sus increíbles puertos en Alpes y Pirineos, cuyos nombres forman ya parte de la cultura popular, trascendiendo incluso al propio deporte del ciclismo.

Sin embargo, pese a nacer en el año 1903, tuvimos que esperar hasta el Tour de Francia de 1910 para ver la primera etapa de alta montaña en la carrera francesa con aquella famosa Luchon-Bayona que forma parte de la historia de este deporte. Hasta entonces únicamente ascensiones sueltas, alguna sí, de gran entidad pero nada.

Aquello transformó el Tour de Francia para siempre comenzando a forjar una leyenda que tendría como protagonistas las cimas más impresionantes del país. Unos puerto que hoy en día se han convertido en lugar de peregrinación para los cicloturistas ansiosos de emular a sus ídolos en las duras rampas de los puertos franceses más emblemáticos.

1. Tourmalet

Si la Luchon-Bayona fue la primera gran etapa de alta montaña del Tour de Francia, el Tourmalet es el punto más emblemático de aquel recorrido. Ya antes de aquel día por las peripecias que sufrió el periodista Alphonse Steines para reconocerlo, caminando bajo una intensa ventisca. Más adelante con episodios como el de la horquilla rota de Eugène Christophe que hubo de reparar con sus propias manos en la fragua del pueblo.

El Tourmalet es un puerto largo y duro. 17 kilómetros con un comienzo llevadero que se va endureciendo para situarse en un constante 9% que apena da tregua y va minando las fuerzas del ciclista que trata de alcanzar sus 2.115 m de altitud.

Ambas caras tienen una dureza similar. La oeste, que se inicia en Luz St. Sauveur más constante y la este, que arranca en Ste. Marie de Campan más suave al principio para cobrarse el peaje de los metros racaneados poco antes de alcanzar la estación de esquí de La Mongie con una zona de rampas por encima del 10%.

2. Galibier

Abierta la veda de la alta montaña, al Tour de Francia ya no le tembló la mano, incluyendo al año siguiente una etapa en los Alpes que atravesaba el monstruoso Galibier. Un coloso a 2.250 m de altitud que, precedido del obligado paso por el Col du Telegraphe supone más de 35 kilómetros de ascensión.

Una subida que, pese a la fama de tendidos de los puertos alpinos, nos machaca desde los 12 kilómetros del Telegraphe con kilómetros enteros al 7 y 8 %, rampas sueltas que superan el 10%.

Los 5 kilómetros de descenso desde la cima de este primer Col hasta Valloire son sólo un falso respiro ante los más de 18 km restantes con una pendiente creciente, rectas interminables camino de Plan Lachat donde la bici parece no avanzar y un tramo final en el que las curvas de herradura se encaraman sobre la pared rocosa para arañar de golpe el desnivel restante y situarse la pendiente próxima a la cifra psicológica del 10% en lo que sin duda es el reino de la alta montaña.

3. Ballon de Alsacia

Antes de que Pirineos y Alpes hicieran acto de presencia, en el año 1905 el Tour de Francia ya decidió llevar más allá la exigencia a los ciclistas con una dura etapa en el macizo de los Vosgos entre Nancy y Dijon, en las proximidades de la frontera con Suiza y Alemania.

Si bien, no había sido el primer puerto del Tour, ya que ese honor recae en el Coll de la République ubicado en el Macizo Central, un puertecito muy suave que la carrera atravesó en sus dos primeras ediciones, en esa ocasión los corredores hubieron de afrontar la primera gran dificultad de la carrera que tomaba la forma del Ballon de Alsacia.

Un puerto de 9 kilómetros de ascensión con unos porcentajes mantenidos en torno al 7-8% lo que, para las bicis de la época tuvo que ser como enfrentarse a una pared. De hecho, el vencedor de esta etapa, René Pottier, que consiguió completar la ascensión sin necesidad de poner pie a tierra, concluyó la jornada exhausto y se vio obligado a abandonar la carrera al día siguiente.

No ha vuelto a transitar la carrera por su cima desde el año 2005. A cambio, ha ganado protagonismo, ubicado en otra zona de la misma montaña, la Planche des Belles Filles que, incluso, acabó decidiendo la carrera en el año 2020.

4. L’Iseran

El puerto de paso más alto de los Alpes, con sus 2.770 m de altitud, no se podía quedar fuera de esta selección, aunque sólo sea por sus imponentes paisajes.

Por cualquiera de sus dos caras, la sur que asciende desde el valle de la Maurienne, o la norte que recorre el Val d’Isére desde Bourg Saint Maurice se trata de una subida larguísima, bastante sostenida, siempre en torno al 7-8% de pendiente y con una dureza creciente que, sumada a los muchos kilómetros por encima de los 2.000 m, de altitud la convierten en todo un reto.

Aunque es un puerto que lleva en el perfil del Tour de Francia desde el año 1938, la carrera apenas ha transitado por él en 8 ocasiones, la última de ellas en 2019 que sirvió a Egan Bernal para certificar su victoria en la carrera y que es recordada por la inmensa tromba de agua que obligó a suspender la etapa en el descenso.

5. Mont Ventoux

El gigante de la Provenza se muestra imponente cuando viajas por las carreteras francesas y ves cómo se alza sobre los alrededores sin nada que le haga sombra. Una cima solitaria, azotada constantemente por el mistral y que, sin duda, forma parte del imaginario colectivo por la trágico fallecimiento del británico Tom Simpson en el Tour de Francia de 1967 cuando se desplomó a poco menos de dos kilómetros de la meta a causa del calor, el alcohol y las anfetaminas.

Hoy, miles son los cicloturistas que cada año ascienden por sus rampas, en especial por su durísima vertiente de Bedoin: 21 kilómetros que se inician con rampas tendidas que permiten ir cogiendo tono, una parte intermedia, a través de un bosque infranqueable y 10 kilómetros donde las rampas rara vez bajan del 9%.

Se llega entonces al Chalet Reynard donde todo cambia y el bosque da paso al icónico paisaje lunar que caracteriza este puerto. Restan 6 kilómetros, con rampas más suaves, en torno al 7% pero en los que el viento suele machacar inmisericorde al esforzado ciclista.

6. Alpe d´Huez

Otro de los puertos que no necesitan presentación. Las 21 curvas que rinden tributo a quienes han vencido en sus rampas, donde se concentran cientos de miles de espectadores cada vez que el Tour de Francia transita por sus rampas y se dice que quien porta en su meta el maillot amarillo también lo hará en París.

Un puerto que nos ha dejado momentos épicos como aquel furibundo ataque de Carlos Sastre en el Tour de 2008 y que le sirvió para alzarse con el preciado maillot amarillo.

Sin embargo, os voy a quitar algo de ilusión. Aunque sea un puerto que el cicloturista amante de los puertos míticos ha de tener en su lista, no se trata de una subida especialmente bonita en el aspecto paisajístico.

Su primera rampa, según salimos de Bourg d’Oisans, es brutal. 800 m hasta alcanzar la primera de las 21 curvas. A partir de ahí la pendiente se estabiliza en torno al 8-9 % y la subida, gracias en parte al excelente asfalto, se vuelve mucho más pedaleable, alternando los tramos rectos donde la pendiente crece ligeramente con las curvas prácticamente planas que nos permiten tomar un ligero respiro.

Los últimos 4 de sus 13 kilómetros, cuando alcanzamos el pueblo de Huez, pierden algo de inclinación mientras vamos aproximándonos a la estación de esquí que tantas veces hemos visto en la tele.

Si queréis un consejo, no dejéis de explorar las otras caras de esta mítica subida, en especial La Sarenne que, al contrario que su vertiente famosa, resulta todo un espectáculo visual.

7. Aubisque

Regresamos a los Pirineos para ascender otro de sus grandes colosos, también pionero en aquella famosa Luchon-Bayona de 1910 y en el que quedará para la historia el grito de Octave Lapize al coronarlo: “Vous êtes des assassins! Oui, des assassins!”, “¡Sois unos asesinos! ¡Sí, unos asesinos!” en protesta por la tremenda dureza de aquella primera gran etapa de montaña del Tour de Francia.

Hoy en día sus carreteras están siempre repletas de cicloturistas que acuden maravillados no sólo por el reto deportivo que suponen sus casi 29 kilómetros si ascendemos desde Argelès Gazost enlazándolo con el Soulor; o los 16 kilómetros de la vertiente que arranca en Laruns.

El imponente entorno del Circo de Litor, las verticales paredes de roca bajo las que serpentea la carretera entre Soulor y Aubisque, bien merecen la pena el esfuerzo que supone el ascenso.

Si encaramos la vertiente de Laruns tenemos 5 kilómetros bastante suaves para ir calentando, hasta la bonita localidad termal de Eaux Bones. Desde ahí, el clinómetro se sitúa en un inmisericorde 8-9% que se va a mantener sin tregua hasta el final.

Por la cara de Argelès tenemos que diferenciar varios tramos. Un inicio con un par de kilómetros duros que dan paso a un agradable falso llano remontando el Val d’Azun hasta alcanzar Arrens donde restan 7 kilómetros en torno al 8% para coronar el Soulor. Tras él, un par de kilómetros en claro descenso nos dejan ante la parte final. 7 kilómetros en los que la pendiente va progresivamente en aumento hasta alcanzar los 1.709 m que marcan su divisoria.

8. Izoard

Nos dejamos para el final el puerto que los grandes campeones han transitado en solitario. Aquel en el que Fausto Coppi, aunque fuera en el Giro de Italia y no en el Tour de Francia, se convirtió en “Un uomo solo al comando”. Aquel en el que Louison Bobet se convirtió en leyenda.

Aquí no hay dudas, la vertiente imprescindible del Izoard es la que arranca en Château-Queyras con sus 16 kilómetros de tremenda dureza, con un tramo a partir del pueblo de Arvieux recto, entre bucólicos prados que resulta inacabable y donde la carretera no parece mostrar la pendiente que nuestras piernas perciben.

Nos adentramos entonces en una ladera boscosa que va sumando metros de desnivel a golpe de curva de herradura con la pendiente ya claramente clavada en el 9% hasta coronar un pequeño collado donde, de repente, el bosque desaparece y un pequeño descenso nos deja en La Casse Déserte. Paisaje lunar y rocas formando caprichosas formas que son de esas imágenes que todo amante del ciclismo tiene en su retina.

Restan sólo un par de kilómetros hasta la cima donde la dureza vuelve a aumentar y que nos permite alcanzar los 2.360 m que marca su divisoria. Al otro lado, la vertiente que se inicia en Briançon no resulta tan dura ni espectacular. Sin embargo, resulta una subida con ese punto de dureza que resulta más pedaleable y permite disfrutar de un entorno de cuento.

Podéis consultar las altimetrías detalladas de estas ascensiones en web especializadas como www.altimetrias.net o www.cyclingcols.com.

¿Y para vosotros, cuál es vuestro puerto favorito del Tour de Francia? Cuéntanoslo en nuestras redes sociales.

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