¿Por qué los conductores y los peatones odian a los ciclistas?

Carretera 02/12/16 14:45 Berto Gallego

Todos hemos estado alguna vez en esa situación, escuchando las furibundas críticas de un conductor o un peatón, que generalmente no ha tocado una bicicleta en su vida, contra los ciclistas del mundo, así en general. Mordiéndonos la lengua para no contestar y entrar en una discusión absurda, de las que no nos lleva a puerto alguno. Hoy vamos a hacer un ejercicio diferente, a intentar ponernos en su lugar, meternos en su cabeza y aprender las razones por las que muchos conductores y peatones odian a los ciclistas. 

Odian a los ciclistas

¿Por qué odian a los ciclistas?

La realidad es que los ciclistas somos un coñazo. Sí, tú, yo, los que la usamos habitualmente, como ocio, ejercicio físico o medio de transporte. Al menos, esa es la perspectiva que llega a una amplia mayoría de la población: el ciclista es ese tipo que cree que las normas de circulación no están para él, que puede saltarse un semáforo, alternar acera y calzada de forma temeraria según convenga e incluso tomar una dirección contraria en un momento dado, si esa es la manera más rápida de llegar a su destino. Ese que dobla la esquina a gran velocidad, corriendo el riesgo de llevarse por delante a un peatón.

El ciclista, a ojos de una mayoría, es ese tipo sin escrúpulos, insensible a todo lo que le rodea, profano de la ley e incívico por naturaleza; que le complica la vida todas las mañanas -como si no tuviese suficientes cosas en las que pensar de camino al trabajo-, e incluso se la puede destrozar en una de sus habituales maniobras temerarias.

En definitiva, a los ojos del mundo cualquier ciclista es y se comporta como la inmensa minoría de los ciclistas. Y es por eso que muchos conductores y peatones odian a los ciclistas.

 

Odian a los ciclistas

La realidad es muy distinta

La realidad es que las estadísticas hablan de que 9 de cada 10 ciclistas respetan la normativa cada día. Que el 79% de los ciclistas habituales nunca ha sufrido un accidente, y que una mayoría del porcentaje restante han sido provocados por imprudencias del conductor. La realidad es que las cifras hablan de un aumento vertiginoso del civismo ciclista, que crece de manera directamente proporcional al uso de los pedales como medio de transporte en la ciudad.

La realidad, por tanto, nos dice que esa percepción generalizada del ciclista temerario y poco respetuoso no es más que un estereotipo, generado por situaciones aisladas que en ningún caso representan a un colectivo respetuoso y responsable.

Y es que todos los que han mamado este mundo desde pequeños, también los que se han apasionado por él, odian a los ciclistas carentes de empatía y son los primeros en exigir comportamientos cívicos y razonables. Lo hacen porque saben que les va la vida en ello, a ellos, a sus amigos e incluso a familiares que comparten su pasión.

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