Manías ciclistas que son difíciles de entender fuera de la bici
Durante años han arraigado entre los ciclistas costumbres que son miradas con extrañeza por quienes están fuera de este mundillo y que en muchos casos resultan difíciles de justificar o al menos explicar. Algunas, tienen su cierto sentido otras, analizándolo fríamente, son un completo sinsentido.
Manías de los ciclistas que te será difícil explicar
Que la bici es una fuente de obsesiones para quienes damos pedales no es algo que a nadie le resulte nuevo. A menudo empleamos gran parte de nuestros pensamientos en pensar en lo ocurrido en la salida de la grupeta del fin de semana anterior y planificando las rutas del siguiente mientras no dejamos de comprobar las webs de previsión meteorológica.
Esta pasión u obsesión por el ciclismo se plasma a menudo en ciertas manías que en muchos casos son compartidas por gran parte de quienes montan en bici. Una forma de actuar que, se puede interpretar, nos ayudan a sentirnos parte de este mundillo pero que, si lo analizamos con detalle, en muchos casos no tienen demasiado sentido.
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Que levante la mano quién no se ha visto en alguna de las situaciones que describimos.
Desayunar vestido de ciclistas
La ropa de bici resulta muy cómoda para lo que ha sido diseñada, para montar en bici, en el resto de situaciones, cuando caminamos o cuando tenemos que ir al baño no resulta especialmente práctica por no decir incómoda: zonas que tiran y aprietan, muchas capas que hay que poner y quitar, bolsillos llenos que nos impiden apoyar la espalda…
Sin embargo, llama la atención, en el desayuno previo a cualquier marcha en el restaurante del hotel donde estemos alojados, incluso muchos en sus propias casas, como nada más levantarse de la cama los ciclistas directamente se ponen la ropa de montar en bici y con la que van a tener que pasar muchas horas. Ya no hablemos de quienes finalizan una marcha y directamente se suben al coche con el culote puesto para emprender el viaje de vuelta.
Depilarse las piernas
Llevar las piernas afeitadas se ha convertido desde tiempos inmemoriales en una especie de seña de identidad entre los ciclistas. Puede que sea esta la única razón realmente justificable ya que el principal motivo para hacerlo, facilitar los masajes tras las carreras no es algo que sea aplicable al común de los ciclistas que acuden al fisioterapeuta en contadas ocasiones.
Sin embargo, para muchos no basta con ser ciclista sino que hay que demostrarlo y pocas cosas han sido históricamente más identificativas que llevar las piernas completamente limpias, sin pararse a pensar que hoy en día, la depilación ya no es ni mucho menos algo exclusivo del ciclismo y que se ha generalizado en la sociedad quitándonos ese aura de exclusividad que teníamos los que montábamos en bici.
Presumir de marcas de sol
También relacionado con el look ciclista es la obsesión de muchos por tener unas marcas del sol perfectamente definidas, pese a que, cuando llegamos en verano a la playa o la piscina resulte totalmente antiestético.
Usar siempre el mismo tipo de ropa y ajustar perneras y bocamangas con mimo para alinearlas con las marcas del sol y que estas continúen definiéndose más es práctica habitual de muchos antes de salir a pedalear y que se repasa con cuidado en cada parada. De nuevo, otra señal de identidad que no sólo nos identifica como ciclistas sino que, cuando más definidas están más indica el nivel del ciclista en cuestión, quien supuestamente cuenta en su haber con muchos miles de kilómetros.
Obsesión por los datos
Velocidades medias, metros de desnivel, tiempos de ascensión, vatios, pulsaciones… los números han estado toda la vida intrínsecamente ligados al ciclismo. Quién no recuerda los tiempos en los que se anotaba cuidadosamente en un cuaderno todas al información relacionada con el recorrido que acabábamos de realizar, en muchos casos sin un sentido claro ya que pocos eran en aquella época los que seguían algún plan de entrenamiento.
Hoy en día, las redes y las herramientas online como la famosa plataforma Strava han tomado el relevo pero no son pocos los que siguen analizando con todo detalle lo que ha deparado la ruta del día. Los tiempos en cada uno de los ascensos, la velocidad media lograda, los vatios desarrollados. Y, al igual que ocurría en el pasado, sin saber muy bien que hacer con esa información más allá de lograr un cierto nivel de satisfacción por los kilómetros realizados.
Números redondos
¿Quién no ha llegado a casa con 99,8 km en el ciclocomputador y ha dado una vuelta a las calles del barrio y ha parado la grabación cuando ha alcanzado el 100? Prácticamente todos, como si 200 metros de más o de menos fueran a suponer una diferencia en nuestra forma física.
Algo similar ocurre con la velocidad media de la ruta, dato que cuando es elevado parece ser una demostración de nuestra fortaleza pese a que muchos no activan el ciclocomputador hasta que no salen de la ciudad y lo paran varios kilómetros antes de llegar a casa para evitar que el trasiego por las calles haga bajar esta cifra que tan complicado es elevar.
Quitar los tapones de las válvulas
Las válvulas por las que se inflan las ruedas de nuestra bici cuentan con unos tapones de plástico que en teoría sirven para proteger esta pieza de los elementos como el barro o la lluvia. Sin embargo, por alguna razón extraña, llevarlos es visto en algunos ámbitos como algo de globeros sin que hasta el momento alguien haya conseguido dar una explicación mínimamente lógica a esta asociación.
Tampoco es una cuestión de peso si tenemos en cuenta que no llegarán ni a 2 gramos lo que podemos ahorrar prescindiendo de un elemento que, por otra parte, tampoco ejerce una función necesaria. Prueba son todas las bicis que no los llevan sin que ello suponga ningún problema para ellos, aunque para muchos sea algo tan obsesivo que incluso lleguen a quitar los tapones de las bicis de sus compañeros de grupeta.
Si curioso resulta lo de quitar los tapones, no menos curioso son los que dejan en la bici todas las pegatinas de advertencia que suelen incluir las bicis nuevas, avisando al dueño de que los discos de freno pueden chamuscarte la mano o que el cuadro está destinado a un uso concreto y leas el manual antes de usarla. Pegatinas que en muchos casos continúan ahí tras años de uso de la bici.
Rivalidad en las grupetas
Cuando alguien ajeno al ciclismo escucha las conversaciones de los miembros de una grupeta a menudo llega a dudar de si la amistad reina entre ellos. Relatos de las auténticas batallas campales que se producen durante las salidas y en las que el objetivo es imponerse a los demás para tratar de ser una especie de macho alfa del grupo.
Por suerte, en la mayoría de los casos se trata de una rivalidad sana y con grandes dosis de fanfarroneo pese a lo llamativo que puede resultar para el observador externo. El problema es, cuando en algunos casos, estas rivalidades se mezclan con lo personal habiendo llegado a causar en no pocas ocasiones auténticos cismas en el seno de las grupetas.
Gastar dinero en aligerar la bici
Hace ya tiempo que el precio de los componentes de las bicis superó el euro el gramo de ahorro. Aún así, la cifra del peso sigue siendo uno de los parámetros más tenidos en cuenta a la hora de elegir un manillar nuevo, un sillín o unas ruedas, obviando otros parámetros como la rigidez, la funcionalidad o la comodidad del nuevo componente.
También resulta llamativo la importante inversión que hay que realizar para raspar unos pocos gramos a la bici cuando, en la inmensa mayoría de los casos, al ciclista le sobran varios kilos sobre la que sería la cifra óptima para su fisionomía y que es la forma más eficiente de mejorar nuestro rendimiento más allá del entrenamiento.
Cenar y desayunar pasta antes de una cita importante
Pasar por el comedor de un hotel la noche antes de una marcha ciclista parece estar asistiendo a un homenaje a la comida italiana por excelencia. De hecho, en muchas pruebas han acuñado el término pasta party, para nombrar a la comida que los organizadores proporcionan a los participantes.
Llama la atención también fijarse como este rito es una especie de purgatorio por el que es necesario pasar para presentarse en la salida de la prueba siendo un digno participante convirtíendolo en muchos casos en una penitencia en la que este plato es ingerido sin ningún tipo de aditamento o salsa, a lo sumo un chorrito de aceite.
Todo ello pese a que hoy en día se cuenta con mucha mayor información nutricional y muchas más opciones, sobre todo más sabrosas y estimulantes, para rellenar nuestros depósitos de glucógeno. Tampoco se tiene en cuenta que en muchas ocasiones esta obsesión por cargar a tope los depósitos se reduce a la noche anterior cuando el resto del tiempo se obvia mantener una nutrición deportiva adecuada.