Por qué está de moda el ciclocross

Durante la última década el ciclocross ha ido cobrando auge más allá de las fronteras de Bélgica y Países Bajos, lugares donde siempre ha sido una auténtica pasión a la altura del fútbol y lo ha hecho hasta el punto de incluso llegar a plantearse su inclusión en el programa olímpico de los juegos de invierno. Estas son las claves que convierten a la modalidad del barro en una disciplina tan atractiva.

Ciclismo de alta intensidad concentrado en una hora, por esto engancha el ciclocross

Hasta hace unos pocos años, para los aficionados al ciclismo de carretera, la llegada del mes de octubre significaba el comienzo de varios meses en los que nos quedábamos totalmente huérfanos de ciclismo, añorando la llegada del Tour Down Under y el comienzo de la nueva campaña sin nada más que llevarnos a la boca que las redifusiones de las carreras cumbre de las temporada que las televisiones suelen programar durante las fechas navideñas.

Pero de un tiempo hasta ahora eso ha cambiado y los fines de semana han renovado nuestra pasión por el ciclismo gracias a las carreras de ciclocross, una disciplina casi tan antigua como el propio ciclismo que, sin embargo, fuera de las fronteras de Bélgica y Países Bajos no ha gozado de un gran seguimiento hasta hace unos pocos años.

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Una atención que saltó al gran público cuando las enconadas luchas que nos comenzaron a brindar Mathieu van der Poel y Wout van Aert hicieron que la disciplina del barro saliera del reducto de los cuatro frikis del ciclismo que se tenían que buscar la vida para seguir las retransmisiones de las carreras. Ahora, ya es habitual poder ver en televisión las pruebas más relevantes del calendario y nombres como los de Vanthourenhout, Nys, Iserbyt, Nieuwenhuis o, por qué no, Felipe Orts ya no son ajenos al aficionado medio al ciclismo.

Pero, ¿qué tiene el ciclocross para resultar tan atractivo para quien lo ve por primera vez? Esencialmente se podría resumir en una palabra: intensidad. En las carreras de ciclocross, al contrario de lo que ocurre en la ruta, no hay lugar para tiempos muertos. Desde la propia salida hasta que cruzan la meta los ciclistas pedalean prácticamente al máximo, sin margen para el error o tener un momento de respiro.

Unas carreras que, por normativa, tienen duración en torno a 1 hora para los hombres y unos 45 minutos para las mujeres de forma contando las carreras con un número variable de vueltas a un circuito relativamente corto, en torno a unos 3 kilómetros. Una cantidad de vueltas que los jueces establecen en función del tiempo por vuelta de los ciclistas tras superar las dos primeras de forma que la duración final de la carrera se acerque lo máximo posible a esos tiempos establecidos.

Los propios circuitos son otro de los grandes atractivos de esta modalidad. Recorridos tremendamente revirados con constantes aceleraciones y frenadas. Circuitos en los que, salvo excepciones, el barro suele ser protagonista de la modalidad y en los que, para hacer honor al nombre de la disciplina se incluyen obstáculos técnicos, ya sea naturales o artificiales, como tablones o escaleras, que en muchos casos obligan al ciclista a desmontar de la bici y correr con ella al hombro resultando tan relevante como la capacidad de pedalear.

Esta intensidad y atractivo de los circuitos convierten al ciclocross en una modalidad muy televisiva ya que no exige demasiado tiempo de atención al espectador y en esa hora de duración ofrece un espectáculo constante con multitud de alternativas ya que, salvo en ocasiones puntuales, o cuando los grandes monstruos hacen su aparición en competición, las carreras no se suelen decidir hasta los compases finales de la prueba.

Y más allá de la televisión, si alguna vez tenéis la ocasión de acudir a una carrera en Bélgica, podéis encontrar una buena aproximación en la Copa del Mundo de Benidorm, ya el ciclocross allí cobra una nueva dimensión. Una disciplina que por esos lares se vive con la misma intensidad que un partido de fútbol de máxima rivalidad, en unos circuitos que se convierten en una autentica fiesta con música, camiones que sirven patatas, gofres y, por supuesto, mucha cerveza belga.