El caso Lazkano pone a prueba la fiabilidad del pasaporte biológico y la credibilidad del ciclismo
Cómo siempre que se produce una sanción basada en los datos del pasaporte biológico no faltan voces que ponen en duda un método que no sanciona mediante la detección directa de una sustancia prohibida en el organismo del ciclista sino que busca los cambios que el uso de estas sustancias producirían en el organismo estudiando los datos recogidos durante los controles. Si algún parámetro sanguíneo o de cualquier otro marcado está alterado sin explicación la UCI lo considera motivo suficiente de sanción.

Vuelve la polémica sobre la validez del pasaporte biológico tras el positivo de Oier Lazkano
Una persona es atrapada junto a un cadáver con las manos ensangrentadas y un cuchillo en la mano. La lógica nos diría que, aunque nadie haya visto el homicidio el autor del mismo es esta persona. Sin embargo, alguien podría argumentar que el hombre pasaba por allí, intentó asistir a la víctima retirando el cuchillo y de ahí la escena. ¿Qué opción es más probable que haya sucedido?
Tras los años oscuros del ciclismo en la década de 1990 y el inicio del siglo XXI el dopaje estaba ampliamente extendido en el pelotón como se ha ido conociendo con el paso del tiempo, especialmente aquel orientado a mejorar los valores sanguíneos de los ciclistas a fin de obtener una mayor capacidad para transportar oxígeno desde los pulmones hasta los músculos y así ganar en eficiencia aeróbica, esencial en un deporte de resistencia como es el ciclismo.
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La famosa EPO o las transfusiones de sangre estaban a la orden del día como métodos utilizados para mejorar el rendimiento y los médicos que realizaban estas prácticas habían llegado a un nivel tal de perfeccionamiento con las dosis y tiempos donde aplicar estos métodos que, si el ciclista no perdía la cabeza era muy complicado que fuera atrapado en un control.
Tuvo la UCI, en colaboración con la AMA, la Agencia Mundial Antidopaje, que implementar nuevas formas de perseguir a los tramposos. Entre estas nuevas herramientas se incluyó el sistema ADAMS con el que los ciclistas deben declarar constantemente cuál va a ser su localización a fin de que los controladores de la AMA puedan personarse y realizar controles sorpresa. La otra gran herramienta que cambió todo y ayudó al ciclismo a recuperar gran parte de su credibilidad fue el pasaporte biológico.

El pasaporte biológico no es más que un perfil de los datos sanguíneos del ciclista junto a otros parámetros. Información que se obtiene de los análisis que se realizan tanto con la sangre como con la orina recopilada durante los múltiples controles antidopaje a los que son sometidos. Gracias a este perfil se puede determinar cuáles son los valores habituales para ese ciclista y cómo van evolucionando a lo largo de las distintas fases de la temporada.
En caso de que se produzca una variación no explicable por causas naturales en alguno de los valores, saltan las alarmas. Si el ciclista no puede justificar la causa de las alteraciones se llega a lo ocurrido en el caso de Oier Lazkano y la UCI inicia un procedimiento sancionador que puede llegar hasta los 4 años sin poder competir.

Sin embargo, como suele ocurrir con todos los que se ven afectados por la sombra de la sanción, Oier Lazkano no ha tardado en pronunciarse para defender su inocencia “Nunca he utilizado sustancias dopantes ni métodos prohibidos. Defenderé mi nombre y mi dignidad profesional”.
Sin embargo, pese a la larga lucha legal que los involucrados en casos de sanción por anomalías en el pasaporte biológico, la realidad es que en pocas ocasiones prosperan los recursos, principalmente por no poderse justificar las alteraciones pese a que no se haya detectado ninguna sustancia dopante en los controles rutinarios.
Quienes son contrarios al pasaporte biológico alegan que existen muchas causas, muchas no estudiadas convenientemente, que pueden producir esas alteraciones y que esta herramienta acaba con la presunción de inocencia del ciclista asumiendo que si hay anomalía es porque es culpable a la vez que le obliga a justificar el origen de los parámetros sospechosos.

Pero, si algo nos ha demostrado la historia, sin ir más lejos, las figuras de ganadores del Tour de Francia como Bjarne Riis o Lance Armstrong, es que durante toda su carrera estuvieron haciendo uso de EPO y otras sustancias sin dar positivo en ningún control. De hecho, hoy en día se habla del uso de microdosis de distintas sustancias de forma que estas sean eliminadas rápidamente del organismo para no ser detectadas en los controles ordinarios y, a su vez, no produzcan mejoras tan grandes que dejen en evidencia al ciclista en el pasaporte biológico, lo que sería, jugar al límite de la legalidad. Sería algo así como conducir a 130 km/h por una autopista limitada a 120. Es complicado que te multen pero puedes despistarte, no frenar en un radar y ser cazado.
De hecho, de todos los sancionados mediante los datos del pasaporte biológico únicamente en dos casos acabaron los ciclistas absueltos tras distintos recursos y una intensa lucha legal. Se trata de Roman Kreuziger, quién logró que la UCI retirara la propuesta de sanción tras argumentar que los cambios en sus parámetros estaban relacionados con un problema de tiroides. El otro absuelto fue el ciclista vasco Ibai Salas aunque, en su caso fue la justicia ordinaria la que echó para atrás el uso del pasaporte biológico por las dudas de veracidad que puede ofrecer este método. Un camino que ahora tendrá que emprender Oier Lazkano si quiere que esto no suponga el fin de su carrera deportiva.

Sin embargo, desde los mencionados casos la UCI procura que las evidencias sean totalmente claras antes de iniciar un procedimiento de sanción mediante el pasaporte biológico. Es por ello que en el caso de Oier Lazkano, las anomalías se venían detectando durante los últimos tres años hasta que han decidido que contaban con suficientes evidencias para promover la sanción del vitoriano.
En todo caso, lo que nadie puede negar es que el ciclismo ha cambiado mucho desde aquella primera década de los 2000, cuando los anuncios de positivos eran un goteo constante que machacaba la credibilidad del ciclismo y hacía huir a público y patrocinadores. La implantación del ADAMS y del pasaporte biológico supuso un antes y un después que ha puesto mucho más difícil a los tramposos el poder buscar mejoras más allá del entrenamiento, la nutrición o las concentraciones en altitud.
Obviamente, las trampas no han desaparecido, como hablábamos antes de las microdosis de sustancias prohibidas o las autorizaciones terapeúticas para consumir determinados medicamentos aparte de algún sistema de dopaje que aún no haya trascendido, sin embargo, poco tiene que ver la situación con aquellos años 90 y 2000.