Cuántas calorías gasta un ciclista en una etapa del Giro
Pocas competiciones hay tan exigentes para un deportista como una gran vuelta ciclista que, a lo largo de tres semanas, exige el máximo al ciclista generando un gasto calórico absolutamente disparatado que deja patente la dureza del ciclismo en su máxima expresión. Pongamos en números lo que supone afrontar una carrera como el Giro de Italia.
El Giro de Italia es también un reto nutricional
Durante las tres semanas que dura este Giro de Italia 2023, o cualquiera de las otras dos grandes vueltas, los ciclistas han de recorrer 3.489 kilómetros lo que les supone emplear más de 100.000 calorías que se reparten de forma desigual durante las etapas.
Y es que, pese a la falta de competitividad con que muchos están acusando a los ciclistas durante este Giro de Italia, una carrera como esta es tremendamente exigente, variando el gasto de los ciclistas desde las aproximadamente 3.000 calorias que se pueden emplear en una etapa contrarreloj hasta las alrededor de 12.000 que se pueden consumir en una gran etapa de montaña, estando la media de las etapas en torno a unas 7.000 calorías.
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Controlar al máximo que los ciclistas recuperan todo lo gastado de la forma adecuada ha hecho de la figura del nutricionista una de las más importantes dentro de las estructuras actuales de los equipos, siendo él quién determina el adecuado equilibrio entre los distintos nutrientes y la cantidad de los mismos que ha de ingerir cada ciclista.
Entre estos nutrientes, los más relevantes son lo hidratos de carbono donde es necesario aportar 10 g/kg de peso del ciclista a lo largo de todo el día.
La jornada comienza con el desayuno, una de las principales comidas de la jornada y que varía en función de cómo sea la etapa del día o del rol de cada ciclista en esa jornada. No consume lo mismo el corredor que va a ir agazapado todo el día en el pelotón que aquel que sale a la etapa con intención de buscar la fuga. En todo caso, lo único que varían son las cantidades, siendo comidas habituales arroz, zumo, jamón, pan o el omnipresente en todas las mesas de los ciclistas porridge de avena.
A menudo la salida de las etapas es bastante tarde, por lo que los ciclistas hacen una ligera comida previa a la etapa en el autobús camino de la salida. A partir de la salida el ciclista ha de ir alimentándose continuamente, aunque aquí se reduce la ingesta de carbohidratos a unos 6 g/kg para evitar problemas digestivos debido al esfuerzo. Tamién se usan productos de fácil asimilación entre los que han ido triunfando los geles energéticos por su facilidad de consumo y asimilación. Aparte, los auxiliares suelen incluir otros productos para añadir variedad como los tradicionales pastelitos de arroz, dulce de membrillo o pequeños panecillos con mermelada o con algo de jamón.
Justo al finalizar la etapa llega el momento de la recuperación en la que es vital aprovechar la conocida como ventana metabólica en la que el organismo se encuentra especialmente receptivo a la ingesta de nutrientes durante la media hora posterior a la etapa. Por ello, nada más que cruzan la línea de meta, los auxiliares esperan a los ciclistas con su batido de proteínas y carbohidratos. Posteriormente ya en el autobús se complementará con un plato de arroz o pasta.
Por último la cena, es el momento más relajante del día y donde los cocineros de los equipos aprovechan para preparar los platos más elaborados que, además de servir para una correcta nutrición al ciclista sirvan como momento de distensión y disfrute. Lejos quedan los tiempos en los que únicamente había pasta y arroz blancos y pollo a la plancha en las mesas y, en la actualidad los equipos cuentan con auténticos chefs capaces de aunar nutrición con cenas auténticamente deliciosas que ponen su granito de arena en mantener la motivación del ciclista alta.