El Drillium vive: porque no hay nada más ligero que un agujero
Pese a la dictadura de las modernas bicis de carbono, con sus delicados e intocables cuadros y con su integración total que establece una pequeña dictadura en lo que a componentes se refiere, la fiebre por el peso y construir la bici más ligera nunca se ha ido. Modificar los distintos elementos de la bici, a menudo taladro en mano, se convierte en una útil herramienta para rascar cada gramo.
Drillium, o como lograr la bici más ligera apurando cada gramo
La construcción de bicis hiperligeras, hace en torno una década una auténtica fiebre, fue quedando en un segundo plano según las bicis se volvían más aerodinámicas o con la llegada de los frenos de disco y los cableados totalmente integrados que hicieron engordar notablemente a todos los modelos del mercado.
Sin embargo, todavía quedan apasionados de las bicis más livianas como demostró la publicación de Jason Holder, redactor de la conocida web de ciclismo Bike Radar, presentando una Trek Émonda RSL totalmente tuneada para afrontar el campeonato norteamericano de escalada y en la que destacaba el intenso trabajo de taladrado de algunos componentes en lo que, tan dados a buscar denominaciones para todo los anglosajones, han denominado como drillium.
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Lo que ellos llaman drillium no es más que coger un taladro y practicar agujeros en la superficie de distintos componentes, en zonas presumiblemente no críticas, tratando de eliminar material innecesario y así restar gramos a estos componentes.
Una práctica que, sin embargo, es tan vieja como el propio ciclismo, incluso en los años 70 y 80 del siglo pasado los componentes de serie de algunas marcas venían taladrados de serie buscando restar esos gramos. No era raro por aquel entonces ver las bicis de algunos de los mejores profesionales del mundo, nivel Eddy Merckx o Luis Ocaña, con manetas, platos y otros elementos de la bici totalmente taladrados en modelos ultraligeros que reservaban para las etapas de montaña.
Ya en los inicios del siglo XXI y con los foros de internet en pleno auge y el poder presumir de la bici más ligera, comenzaron a aparecer auténticos especialistas de lograr montajes de increible ligereza tomando como base algunos de los cuadros más livianos de la época como el Scott CR1.
Sobre esa base, se elegían componentes ultraligeros de marcas elitistas, a menudo con el peso del ciclista limitado. Sin embargo, construir bicis de récord seguía obligando a recurrir al drillium aplicado a las manetas, placas de desviador y cambio, a los puentes de freno o incluso al propio sillín que, en la mayor parte de los casos, no era más que una delgada lámina de carbono sin ningún tipo de acolchado.
Aparte, los desviadores y manetas se solían desmontar, por ello que estos especialistas en bicis ligeras solían elegir Campagnolo, que históricamente ha permitido el desmontaje y reparación de todos sus componentes. Tras esto, sustituían piezas como los muelles o pasadores, con el titanio como protagonista y eso, taladro o lima en mano, repasaban cada parte susceptible de ser afinada unos gramos.
Tornillos de nylon, ruedas de perfil ultrabajo de tubular, radios de titanio, casettes de titanio o aluminio de reducidísima duración –sobre los que también pasaba el taladro– completaban el conjunto de estas bicicletas de récord. Todo un arte que hoy en día parece olvidado con las marcas imponiendo conjuntos totalmente integrados en sus bicis o cambios electrónicos sobre los que es difícil personalizar nada.