Colnago, de un taller de pueblo a la historia del ciclismo
Ernesto Colnago, historia viva del ciclismo, cumplía 90 años el pasado día 9. Casi 70 de ellos al frente de su empresa. A lo largo de esas décadas, los ojos de este auténtico patriarca de los fabricantes de bicis han visto pasar absolutamente de todo. En su memoria se conservan imágenes desde los tiempos de Coppi, Bartali y Bahamontes hasta los Tours de Pogacar, ganados a bordo de uno de sus últimos modelos. Fue mecánico de Magni, construyó cuadros para Eddy Merckx, llevó al triunfo a Tony Rominger u Óscar Freire... y hasta se saltó el Telón de Acero para trabajar con la URSS. Una fascinante aventura de innovación y perfeccionamiento continuo que bien merece conocerse. Esta es la historia de Colnago, 'la marca del Caníbal'.
Los orígenes de Colnago: las bielas de Magni
Para los que crecimos viendo el ciclismo de carretera en los años 90 (aquel ciclismo italianísimo en el que casi la mitad de los equipos profesionales eran transalpinos, los componentes eran todos Campagnolo y la mayoría de maillots eran de Santini, Nalini y Castelli), casi solo existían dos marcas de bicis: las Pinarello de Miguel Induráin y las Colnago de Tony Rominger, Abraham Olano, Museeuw y compañía en el Clas y el posterior Mapei (vale, añádanse las Bianchi de Bugno y el Gewiss y las vistosas Look de la ONCE). Eran otro duelo mítico de la época, a la altura de Subaru Impreza vs Mitsubishi Lancer Evo en rallies, o de Honda vs Yamaha en el motociclismo.
Lo que no sabíamos por aquel entonces era que aquella marca con un as de trébol por insignia tenía una rica historia que se remontaba a los tiempos míticos del ciclismo italiano, esos de la posguerra y la rivalidad Coppi-Bartali. Pocas veces se recuerda que, en ese duelo, había un tercer invitado: Fiorenzo Magni, que les 'birló' el Giro de Italia hasta 3 veces, en 1948, 1951 y 1955.
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Justo antes de ese último triunfo, este campeón al que apodaban el León de Flandes (porque ganó allí también en 3 ocasiones) se encontró un día mientras entrenaba con Ernesto Colnago. Este, nacido en 1932 en una familia de campesinos, llevaba trabajando en un taller de bicicletas desde los 13. Cuentan que hasta tuvo que mentir en sus documentos para incorporarse con esa edad. Después, había sido ciclista profesional, un velocista enamorado de la Milán-Sanremo. Pero una caída en una 'volata' con solo 19 años le cambió la vida.
Aprovechó la situación para abrir su propio taller, en un local de 5 metros cuadrados en el pueblo de Cambiago, a las afueras de Milán, con una mesa de trabajo que le hizo su padre. Pero, eso sí, seguía saliendo en bici. Fue entonces cuando se topó con Magni, que le comentó que sentía unas molestias en una pierna. Según reza el mito fundacional (todas las grandes empresas deben tener uno), cuando se pararon a beber en una fuente, Ernesto miró la bici del campeón, vio que tenía las bielas en mal estado y, con la voz temblorosa, se ofreció a repararlo.
"Señor Magni, ¿sabe por qué le duele?", cuentan que le dijo ante la mirada suspicaz del ciclista. "Las bielas están mal, y como la pedalada no es redonda, dale que te dale, claro que le acaba doliendo. Si quiere, se lo arreglo, pero habría que ir a mi taller, que está aquí cerca, en Cambiago". Por alguna razón, Magni aceptó el ofrecimiento, se dirigieron allí y Ernesto se puso a limar las bielas. Tras preguntarle su nombre, su nuevo 'cliente' le dio las gracias y volvió a montarse en la bici. Al día siguiente, por allí apareció el masajista del equipo, para ofrecerle ir de mecánico al Giro de Italia. Y juntos... lo ganaron.
El hombre de confianza de Eddy Merckx
Evidentemente, con esos precedentes, Magni le mantuvo a su lado durante el resto de su carrera. Para ese momento, además de ciclista, era a la vez director de su equipo (sí, entonces era posible hacer un 'combo' jugador-entrenador), y pronto se convirtió en manager de diversas escuadras, en las que militaron hombres como Gastone Nencini, ganador del Giro del 57 y del Tour del 60.
Y allí estaba siempre Ernesto, como el mecánico de confianza, ajustando los recién inventados cambios y empujando las bicicletas de las estrellas del momento cuesta arriba. Incluso ejercía de ojeador. Porque, según cuenta el propio fundador de la marca del as de trébol, fue él quien descubrió a Gianni Motta a los 16 años, viéndole pedalear de camino a la fábrica donde trabajaba. Siete años después, ganaría el Giro de Italia.
Mientras tanto, como muchos mecánicos de la época, Colnago fabricaba sus propias bicicletas. En 1956, inventó incluso una innovadora técnica para doblar en frío las horquillas, que le hizo bastante famoso en el mundillo. Pero cuando su vida dio un vuelco fue en 1967, el año en que conoció a Eddy Merckx. Este le pide una bici con la que competir con garantías en su carrera fetiche, la Milán-Sanremo. Ernesto se la fabrica, y el Caníbal vence por segunda vez la Classicissima.
Nace así una relación (hasta cierto punto clandestina, pues muchas de esas bicicletas no llevaban la marca Colnago, sino la propia de Eddy Merckx) de un lustro, cuyo punto culminante fue el Récord de la Hora de 1972. Para él, Colnago creó una obra maestra con detalles como bujes de berilio y potencia de titanio, que apenas pesaba 5,75 kg. Es decir, bien por debajo del mínimo que permite actualmente de la UCI, que está en 6,8 kg. Cuentan que, desde entonces, Ernesto llama a Eddy por teléfono cada 25 de octubre, para recordar juntos el aniversario de la gesta.
De Sanremo a Moscú
Por aquella época, las bicicletas Colnago parecían haberse especializado en una prueba que antes le había enamorado a él como corredor: la Milán-Sanremo. El primero en vencer allí con una de sus bicis fue el belga Emile Daems, luego llegó Merckx y, en 1970, Michele Dancelli.
En Italia, a Sanremo se la conoce como 'la ciudad de las flores', y ese día un periodista dijo que, entre todas ellas, la bici de Dancelli parecía "una flor más". Así, nació el logo que identificaría para siempre a la marca: el as de trébol (en italiano, 'asso di fiori'). Por cierto, después su romance con la prueba de la Riviera continuaría, primero con Giuseppe Saronni en 1983 y, después, tres veces en los años 2000 con nuestro gran Óscar Freire.
Y es que, en los años 70, Colnago pasó de ser un taller de pueblo a convertirse en una verdadera industria. A finales de la década, Ernesto incluso dejó de acudir como mecánico de equipos al Giro y al Tour, después de 25 ediciones de cada uno. Empezó a patrocinar escuadras italianas, y acogió bajo su ala a un prometedor joven: Giuseppe Saronni. Un hombre que ya nunca se alejaría de él, y que marcaría el futuro de Colnago hasta el día de hoy. Pero a eso llegaremos.
Porque, en 1980, se da una de las colaboraciones más extrañas e inesperadas de la historia de los fabricantes de bicis. En plena Guerra Fría, Ernesto Colnago se 'salta' el Telón de Acero y empieza a trabajar para la selección de ciclismo de la Unión Soviética. Lo que resulta ser un gran movimiento de marketing, pues ese año ganan el oro en la contrarreloj por equipos de los Juegos Olímpicos de Moscú (donde hubo boicot de algunos países occidentales). Después, volvería a ganar en Seúl 88 con la República Democrática Alemana (RDA).
Ferrari, carbono, Master... La era de la innovación
Los años 80 son para Colnago los de la innovación. Sobre todo, de la mano de un fabricante de automóviles: nada menos que Ferrari. Con la 'scuderia' empiezan a colaborar en 1986, y de esa relación nace un proyecto revolucionario y futurístico, llamado 'Concept'.
Realizada en carbono (algo novedosísimo para la época) y con técnicas extraídas de la Fórmula 1, esta bici contaba con un sistema hidráulico para los frenos y con un cambio de buje sin desviadores que se parecía más bien a la palanca de un coche. Aunque se trataba de un prototipo, como su nombre indica, en 1989 se materializó en un modelo llamado C35 Ferrari.
En los mismos años se dieron dos grandes saltos hacia adelante: la horquilla recta, en 1988 (antes, todas tenían una curva en la parte baja), que daba mayor confort y mejor precisión en los giros; y la llegada del modelo Master, que aun se vende hoy, y que fue un auténtico referente en los años siguientes.
Gracias a la experiencia acumulada con la fibra de carbono, en 1995 se permitió incluso presentar la primera bici de este material que participó en la exigente París-Roubaix: la C40, descendiente directa de la C35 Ferrari. La llevaron los ciclistas del Mapei, y no solo eso: uno de ellos, Franco Ballerini, ganó aquella edición. Y eso que Ernesto suele contar que, la noche antes, recibió una llamada del 'patrón' del equipo, Giorgio Squinzi, para preguntarle: "¿Tú estás seguro de que este cuadro no se nos rompe mañana?". No solo no se rompió ese domingo, sino que ganó 5 de las 6 siguientes Roubaix.
De Freire a Pogacar
Para los años 2000, Colnago era el proveedor de dos equipos ciclistas principalmente: el Rabobank de Óscar Freire y el Lampre, en el que era manager su 'pupilo' Saronni. Con el español llegaron sus mejores triunfos de la época, con 3 Mundiales y 3 Milán-Sanremo a bordo de la nueva C50. Después, aún llegaría la C60, y, en 2018, la C64.
También es la hora de la expansión hacia otras disciplinas ciclistas de una marca hasta el momento centrada casi exclusivamente en la carretera. Aunque ya en los 80 había fabricado bicis de ciclocross, es con Luca Bramati cuando empieza realmente a entrar en esta especialidad (hoy, cuentan con la Prestige). Una evolución que se completa en 2020, cuando presentan su primer modelo de gravel, el G3-X, y el primero de gravel eléctrico, el eGRV.
Y, por fin, en 2019, entró el 'segundo Merckx' en la vida de Colnago. En 2017, el Lampre de Saronni había pasado a denominarse UAE Team Emirates, y ese año fichó a un prometedor esloveno de nombre Tadej Pogacar. Gracias a él, la marca italiana vuelve a lo más alto, ganando los dos últimos Tours con su Colnago V3Rs.
Eso sí, desde 2020 es un poquito menos italiana, pues fue entonces cuando el fondo de inversión árabe Chimera compró la mayoría de las acciones de la compañía. Lo que no quiere decir que los próximos años vayan a ser menos emocionantes que los anteriores 70. Y hay que confiar en que Ernesto, que se encuentra en una forma fantástica para haber cumplido (nadie lo diría) 90 años, pueda ver unos cuanto triunfos más de sus bicis en Tour, Giro, Roubaix, Campeonato del Mundo y... sobre todo, en su querida Milán-Sanremo.